Interacciones ambientales
Las bacterias interactúan con su entorno de formas complejas y fundamentales para el funcionamiento de los ecosistemas. Aquí se examinan las relaciones simbióticas, competitivas y parasitarias que establecen en ambientes naturales y artificiales, destacando su papel en los ciclos biogeoquímicos, la salud ambiental y el equilibrio ecológico.

Relaciones simbióticas: cooperación para sobrevivir
En la naturaleza, muchas bacterias viven en estrecha asociación con otros organismos, formando relaciones simbióticas beneficiosas. Un ejemplo clásico es el de las bacterias fijadoras de nitrógeno como Rhizobium, que viven en las raíces de las leguminosas. A cambio de alojamiento y nutrientes, estas bacterias transforman el nitrógeno atmosférico en compuestos que las plantas pueden absorber, enriqueciendo su crecimiento. Otro caso son las bacterias intestinales humanas (Bifidobacterium, Lactobacillus), que ayudan a digerir alimentos y producir vitaminas esenciales mientras obtienen refugio y alimento.

Competencia bacteriana: la guerra silenciosa
En cualquier hábitat natural o artificial, las bacterias compiten ferozmente por espacio y recursos. Liberan bacteriocinas (toxinas específicas contra otras bacterias) o forman biopelículas protectoras que excluyen a rivales. Esta competencia es fundamental en ambientes como el suelo, donde miles de especies bacterianas luchan por acceder a nutrientes limitados. También ocurre en hospitales, donde bacterias resistentes ocupan nichos creados tras tratamientos antibióticos intensivos, desplazando a la flora normal.

Relaciones parasitarias: bacterias que invaden
Algunas bacterias han evolucionado estrategias parasitarias, invadiendo tejidos de plantas, animales o incluso otras bacterias. Mycobacterium tuberculosis sobrevive dentro de las células inmunes humanas, burlando las defensas del cuerpo. En ambientes agrícolas, bacterias como Agrobacterium tumefaciens infectan plantas y modifican su ADN para formar tumores (agallas), lo que demuestra su increíble capacidad de manipular otros organismos para su propio beneficio.
Bacterias en ambientes artificiales: adaptabilidad sin límites
Desde plantas de tratamiento de aguas residuales hasta bioreactores industriales, las bacterias también prosperan en ambientes creados por el ser humano. Establecen comunidades complejas donde cooperan o compiten, maximizando la eficiencia de procesos como la degradación de contaminantes o la producción de biocombustibles. Estos ecosistemas artificiales son un testimonio de la plasticidad ecológica de las bacterias y su habilidad para adaptarse a condiciones cambiantes.
